jueves, 25 de julio de 2013

Capítulo 2 — Miedo a la oscuridad.

El pasillo estaba sumido en la oscuridad de la noche, parpadee un par de veces para acostumbrarme a la inexistencia de luz. Apoyé mi mano en el pasamanos y bajé muy despacio las escaleras intentando no hacer ruido, una de las maderas crugió dejándome congelada en el lugar. Un escalofrío hizo que mis dientes rechinaran involuntariamente. Miré a todos los lados aterrada, la extraña sensación de dejavú, me tenía demasiado asustada como para moverme.
“ Vamos C, sólo es la madera, no sea paranoica...”— Me repetí una y otra vez.
Respiré hondo y bajé los escalones que faltaban. Al final de la escalera me paré y miré a mi alrededor. Todo estaba tranquilo, seria mejor que me tranquilizara antes de que toda la casa se viera iluminada por esos truenos que siempre aparecían cuando estaba nerviosa o con miedo. Cerré los ojos y conté hasta diez.
Por el rabillo del ojo vi una sombra moverse. Le seguí el rastro pero desapareció contra la pared. Esas estúpidas sombras me llevaban aterrando demasiado tiempo... Intenté no pensar en ello y empecé caminar hacía la cocina.
Necesitaba un vaso de agua con urgencia, tenia la garganta seca debido a mi miedo sin control.
Un casi imperceptible ruido me dejo de piedra.
Tuve un inquietante presentimiento, comencé a respirar de forma entrecortada mientras me giraba lentamente en dirección del ruido. Y ahí estaba él, iba vestido con ropa de incógnito y la capucha de su sudadera le tapaba la cara, pero aun así, pude ver su cruel y fría sonrisa. Él extendió la mano y pude visualizar la pistola, abrí mucho los ojos.
De lo único que fui consciente fue de la bala venir muy lentamente hacía mi. Dicen que segundos antes de tu muerte, puedes ver toda tu vida pasando delante de tus ojos, pero debo decir que no es cierto. Lo único que vi fue una intensa luz blanca apareciendo delante de mi para acto seguido engullirme.

                                                                      ★★★

Crystal se despertó bruscamente, su pecho ascendía y descendía tan rápido que parecía haber corrido el maratón de New York mientras dormía. Abrió los ojos y tubo que ahogar un grito al ver la cara de huesos a escasos centímetros de su cara. Él se alejó un poco al ver su cara asustada, huesos no tenía una cara donde fuera posible leer sus facciones, pero aun así Crystal creyó verle un poco preocupado.
-Estoy bien...- balbuceó ella saltando de la cama y caminando hacía la puerta.- estoy bien.
Nada más poner un pie en el pasillo sintió la extraña sensación de dejavú que había sentido en la pesadilla. Sintió el impulso de pedir a huesos que la acompañara pero ya estaba harta de sentir miedo, así que se dirigió hacía las escaleras sin pensarlo, bajó sin preocuparse por el ruido que pudiera hacer, ya en la planta baja se dispuso a dirigirse a la cocina. Entró a la cocina, llenó el vaso de agua y se lo bebió de un trago.
Se quedo un momento ahí, mirando a la nada mientras discutía consigo misma que solo había sido una pesadilla y que nada pondría ir a por ella allí, ¿verdad?
Llenó otro vaso con agua, lo cogió y abandonó la cocina.
Algunos pasos más adelante se quedó de piedra, él estaba ahí, en el mismo lugar donde había estado minutos antes en su sueño. Crystal abrió la boca para gritar pero ya era demasiado tarde, él ya había apretado el gatillo y la bala ya venia a toda velocidad hacía ella. Esa vez la luz también llegó demasiado tarde, la bala le perforó el abdomen impulsándola hacía atrás. Su cuerpo cayó al suelo a camera lenta mientras el vaso de agua volaba en el aire.
Ahora ya no era una pesadilla, el dolor que la invadió era lo más real que había sentido nunca.
Voy a morir.- se dijo presa del pánico.
El dolor era desconcertante.
Todo era muy desconcertante.
No lograba entender todavía lo que estaba pasando.
Su cuerpo se retorcía y enloquecía aunque ella no podía moverse, posiblemente debido al dolor.
Algo dentro de ella empezó a desgarrarla, romperla, era agonizante.
La negrura se posó sobre ella como una ola de tortura, no podía respirar, ya había estado a punto de ahogarse antes, pero esto era distinto. Le quemaba la garganta como si acabara de beber un vaso de ácido.
La sangre de sus venas se hizo mas densa, por tanto costando su circulación.
Le dolían los pulmones, ya que no quedaba más oxigeno y su visión se cubrió de puntos negros.
La luz la engulló, y por un misero segundo dejó de sentir dolor. Aunque acto seguido empeoraron mucho las cosas, una oleada de calor se extendió por todo su cuerpo, quemando todo a su paso. Quiso gritar, chillar, luchar por su vida, pero su cuerpo no correspondía a sus demandas.
Calor.
Más calor.
Algo empezó aplastarle el cuerpo, le aplastaba y aplastaba enviándola hacía abajo, cada vez mas hondo.
—¡Crystal!— la voz sonaba muy lejana. — No te hundas, no me hagas eso, no te hundas, permanece conmigo, por favor...
Y fue lo que hizo, intentó mantenerse a flote, el peso era demasiado, luchar pondría ser demasiado tarde pero era lo único que le quedaba.
Luchar por que la oscuridad no le aplastara por completo.
Ella era como un atlas gigante, y la oscuridad como una bóveda celeste. No era capaz de echársela de los hombros. Todo cuánto podía hacer era impedir que acabara con ella.

                                                                      ★★★

El despertado sonó a las cinco y media a.m, como todos los días solía hacer.
Hunter se levantó, se puso una sudadera cualquiera, el chándal y sus zapatillas y salió a correr. Todavía era de noche, así que el aire frío y húmedo le dio los buenos días mientras cogía carrerilla hacía la colina.
Nada parecía haber cambiado desde el recibimiento de la carta oficial, pero dentro de él se acumulaba una frustración casi imperceptible por cualquier persona que no fuera él mismo. Había esperado esto durante sus largos veinte años, había sido entrenado como una maquina de matar junto para esto, pero con cada segundo más cerca del sábado se sentía más confuso, nervioso y frustrado. Correr era la única forma de mantener esos insólitos pensamientos lejos durante un tiempo, por lo que se tomó su tiempo.
Dos horas más tardes, cubierto de sudor y con un hambre de caballo, volvió a entrar en la mansión White.
Nada más entrar vio a su padre salir de su despacho, parecía nervioso. Llevaba la camiseta perfectamente abotonada aunque su corbata azul estaba retorcida y su pelo — normalmente perfectamente peinado — estaba desordenado.
— ¿Pasa algo?— preguntó Hunter.
Wallace White, miró a su hijo cómo si acabase de percibir que estaba ahí. Se pasó la mano por la cabeza con frustración, respiró hondo y miró a su hijo fijamente.
— Intentaron matar a uno de los concursantes con ponzoña de hada a primeras horas de la mañana... Debo ir a Aspen, todo es un caos, está más de medio Ignis, buscando al culpable, pero es un profesional, Rojo está alterado, Grey con sed de venganza y yo soy el único que puede mantenerlos a flote.
Hunter miró a su madre con cierta admiración. Era el único capaz de mantener la calma en momentos así.
— ¿Quien fue?
— Crystal Grey...— No hizo falta decir más, Hunter ya sabía que había pasado. Habían ido a por la más débil de la manada con intensión de levantar el caos con apenas unos días de vida normal.
— Ahora todo tiene sentido, nadie se arriesgaría a ir a por uno de nosotros sabiendo nuestras habilidades, se han aprovechado de la situación esto está claro.— dijo Hunter pensativo. — Aunque... tiene que ser alguien del circulo.
Wallace fruncio el ceño.
— ¿Qué te hace pensar eso?— preguntó su padre sospesando sobre lo que acababa de decir Hunter. 
— Piensalo papá, ¿quien además de los del circulo, tenía información sobre dónde estaba escondida Crystal?
Wallace abrió los ojos de par en par, miró a Hunter con orgullo y sonrió.
— Tienes razón, tengo que irme... vistete y juntate a mi en Ignis, creo que a Grey le gustará lo que tienes a decir.
Hunter asintió y se alejó rumbo a su habitación.
Tenia que hacer que Grey le creyese, aunque cuando se trata de Grey, las suposiciones nunca son algo fiable.

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